El juego es una divertida manera de ayudar a reforzar las destrezas sociales y de aprender a relacionarnos con nuestro entorno. Los niños desde edades tempranas interactúan con sus compañeros jugando en diferentes situaciones sociales que mejoran su empatía, asertividad, cooperación, comunicación, autocontrol, comprensión de situaciones y resolución de conflictos.

Las habilidades sociales se aprenden y se desarrollan a lo largo del proceso de socialización, como resultado de la interacción con otras personas. Este desarrollo se produce fundamentalmente en la infancia. Los primeros años son fundamentales para el aprendizaje de estas habilidades que son necesarias para el desarrollo integral de grandes y pequeños y pueden aprenderse fácilmente a través del juego.